IoT
IoT: Internet en todas partes
En este 2019 se cumple un aniversario muy importante. Hace 30 años, en 1989, empezó a tomar forma la World Wide Web, el sistema de documentos hipertexto que dio pie a la creación de las páginas web y el primer navegador. Y, aunque es cierto que Internet existe desde mucho antes, aquel hito comenzó a configurar la red tal y como las conocemos ahora.
Hoy, en un mundo que ya no es posible comprender sin Internet, no dejan de surgir nuevas formas de utilizarlo. En sus inicios, acceder a Internet era sinónimo de tener un ordenador: la única manera de “entrar” en la red era a través de una pantalla enorme en una mesa, en la que se iban ordenando, cada vez mejor, los contenidos. Pero hubo un día en el que todos nos sorprendimos accediendo a través de dispositivos que, aún contando con un procesador, eran en realidad “otra cosa”. ¿Quién no recuerda los primeros dispositivos móviles con conexión? Aquella era una manera de “estar online” completamente diferente, porque ya no exigía estar en una mesa, con un teclado y un ratón… De repente, Internet se hizo móvil… ¡Y ya no ha dejado de serlo!
Internet está en todas partes
Hoy, como decíamos antes, no podemos imaginar un mundo sin Internet. Y tampoco lo utilizamos siempre desde un ordenador con pantalla. Internet, para la mayoría de los usuarios, es algo que está presente en todas partes, porque llevamos conexión en el bolsillo, a través de nuestro smartphone. Nuestras televisiones también están conectadas y nos permiten ver contenidos en streaming siempre que queramos... Muchos portamos un reloj conectado a la red que vela por nuestra salud, nos ordena los mensajes y nos recuerda nuestras citas. Y ahí, justo ahí, es donde el Internet of Things (IoT) cobra forma: se trata de conectar objetos cotidianos que no son nuevos per se, pero que ahora encuentran una segunda juventud gracias a los datos, como puede ser un reloj… Y es que hoy podemos hacer una lista de dispositivos que están conectados a la red, pero dentro de una o dos décadas (quizás antes) será más fácil decir qué objetos no están conectados.
Pero la idea va mucho más allá de un mero “aparato” que nos da datos. El concepto engloba aspectos tan importantes como el de los edificios. Como veíamos en el último número de nuestra revista #BIT, “el Nodo IoT del edificio se concibe como una infraestructura de comunicaciones concentradora capaz de recopilar la información de utilidad procedente de una red de sensores distribuida, almacenar los datos que considere de interés, sus variaciones, generar un análisis de valor y poner esta información a disposición de las ciudades”. Como vemos, por lo tanto, una smart city necesita tener edificios conectados para poder recabar datos… Y ese edificio, necesita a su vez innumerables aparatos también conectados. Esos datos, después, se convertirán en información. Y serán después las Administraciones y las empresas privadas las que, con esa información, puedan ofrecer servicios a los ciudadanos que permitan mejorar su calidad de vida en las ciudades.
IoT es todo
El cambio que promete el desarrollo del IoT es espectacular. Dado que prácticamente todos los objetos, en última instancia, generan datos, poder agregarlos genera beneficios tanto para los individuos como para toda la comunidad. Nada escapa al IoT. Al igual que nuestros teléfonos inteligentes nos permiten tener una experiencia continúa con Internet, alejándonos del concepto antiguo de “sentarse en el ordenador a consultar algo”, el desarrollo del IoT también generará esta misma sensación en un futuro próximo.
Como todo estará conectado a la red, podremos tener datos e información sobre todo lo que sucede a nuestro alrededor. Y no tendremos, en realidad, la sensación de estar “conectándonos a Internet”. No en vano, la consultora Gartner estima que en 2020 habrá más de 20.000 millones de objetos conectados a Internet, lo cual sin duda representa un crecimiento espectacular si tenemos en cuenta que en 2009 tan solo había 900 millones.
El reto de las telecomunicaciones
Tener 20.000 millones de objetos conectados a Internet suena muy bien, pero para que la experiencia sea eficiente debe haber una red de datos que lo soporte. Aunque aquí ya hemos hablado del 5G, conviene recordar que solo una red de alta velocidad será capaz de procesar toda la información que, de manera continua, estos objetos estarán “enviando y recibiendo”. Las empresas y administraciones, además, deberán revisar sus protocolos de seguridad y contar con la ayuda de profesionales que se ajusten a las exigencias y demandas que exijan tantos objetos conectados a la red.
El reto es mayúsculo, pero las posibilidades son enormes. La verdadera “vida conectada” está más cerca de lo que parece, aunque bien es cierto que el camino que debemos recorrer presenta numerosos retos. Algunos serán técnicos, como el mencionado de la seguridad y el del acceso eficiente a los datos que afecta a los fabricantes de objetos conectados y, sobre todo, de los operadores de la red. Pero también tendremos que enfrentarnos a otros retos de tipo ético, ya que esa “vida conectada” hará que absolutamente todo pueda estar disponible en la red.