Miedo al miedo: reflexión sobre tecnología y actitud ante el COVID-19
El efecto e implicaciones mundiales del COVID-19 estas últimas semanas, la transición de nuestras vidas a un estado de alarma prolongado invitan, sin duda, a la reflexión. Teniendo siempre presente el recuerdo a todos los ciudadanos del mundo que han perdido la vida en esta pandemia, esa reflexión nos lleva a preguntas que, en el ámbito social, ya todos nos estamos haciendo: ¿cambiará el modelo de relacionarnos socialmente?, ¿puede realmente la tecnología ayudarnos a explorar nuevas soluciones?, ¿se modificará definitivamente la forma de hacer negocios? ¿y la de trabajar? son algunos ejemplos. En resumen: cómo de intensa será la transformación – social y digital – a la que parece que estamos abocados. A todo ello responde en este artículo Félix Herrera, coordinador del Grupo Smart Cities / Smart Regions del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, COIT.
Quizás resulte mejor formular algo más simple como: ¿saldremos de esta situación? La etapa que estamos viviendo la describe perfectamente la frase de Sócrates “solo sé que no sé nada”, aunque fuera realmente su discípulo Platón quién la transcribiera. Y es cierto: ya no somos capaces de gestionar la información por la elevada infoxicación. Los bulos ‘fakes’ o noticias sin confirmar inundan las redes. Y en milisegundos lo que se filtra en Shanghai se tergiversa en Londres y se mal interpreta o modifica en New York. Da igual. Si algo ha demostrado el coronavirus es su variabilidad. Y ese parece ser el mayor coste para aportar datos fiables y fuentes fidedignas.
Pero volviendo a la pregunta de base (salir o no salir de esta situación), la estrategia ‘divide y vencerás’ resulta apropiada cuando nos enfrentamos a un problema complejo. Bastará con segmentarlo en temáticas, planteando preguntas sencillas. Aun sin obtener la respuesta, tendremos una mejor aproximación. Vamos a ello.
Sociedad
¿Necesitaremos cambiar nuestro comportamiento en sociedad? Los seres humanos tenemos un comportamiento elemental. Me cuesta imaginar un mundo a ‘dos metros de distancia’ (distancia física, que no social como se debe ahora decir) donde guantes y mascarillas pasen a formar parte de nuestro atuendo. Cierto es que ahora resultan necesarios - aunque incluso siga viva la polémica de sus niveles de efectividad -, pero en el fondo sabemos que a medio-largo plazo no resultará natural o, por ser más precisos, social. Las personas nos relacionamos de forma abierta. Y esa manera de comportarnos, indefectiblemente, tampoco cambiará.
Ciencia
¿Llegará la solución? Sin duda. Parcial - en el corto-medio plazo - vía alguna medicación o tratamiento específico y, posteriormente, en forma de vacuna(s). Esto también lo responde la lógica y la historia. Y es que el conjunto de escenarios catastróficos han sido desarrollados con esa sensación de minuto cero, donde los acontecimientos nos superan, las cifras nos inundan y donde nuestro comportamiento habitual se ha visto radicalmente interrumpido. Es como si todos estuviéramos aturdidos, unido al desconocimiento y a la variabilidad de afección del virus, lo que genera esa inmensa sensación de inseguridad e inestabilidad.
Tecnología
¿Ayudará la tecnología a superarlo? Aquí sí hay una certeza: el mundo se ha puesto a pensar y rápido. Ya lo decía Einstein “Sin crisis no hay desafíos, sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos”. Por todo el planeta surgen ideas, concursos, retos y hackathones de personas creativas que plantean escenarios y soluciones en forma de proyectos. Una gran mayoría de ellos basados en tecnología, tomando como base evitar situaciones de proximidad/contacto, geolocalización, distribución de productos, potenciación del comercio online, teletrabajo, etc. Pero, aunque todo esto ayude a solventar parcialmente la situación, no quiero imaginar un mundo así. Lleno de sensores y alarmas tecnológicas. La solución definitiva no vendrá de un servicio telemático ni de una ‘app’. De esto nos sacará la ciencia de nivel y miles de profesionales coordinados en buscar las soluciones a un grave problema de salud.
Desde el colectivo del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación COIT hemos seguido la situación con expectación. Muy especialmente en nuestro Grupo de Trabajo (GT) focalizado en la transformación inteligente de ciudades (elevados concentradores de personas) y regiones. Y sí, la respuesta es afirmativa: la tecnología ayuda y seguirá ayudando a superarlo. Basta pensar cómo las redes de telecomunicación y los servicios asociados han pasado este examen con sobresaliente. Los operadores en el mundo, en Europa, en nuestro país, han sabido afrontar el problema. Y las telecomunicaciones - que ya eran trascendentes - se han convertido en un factor tan clave como la energía o el agua.
Economía
¿Qué hay de la economía? Este es, sin duda, el elemento más frágil y complejo por su elevada dependencia con el resto. El Wall Street Journal anunciaba el pasado 5 de abril en uno de sus titulares “The Economy Will Survive the Coronavirus” invitando a la no desesperación y aportando datos que alentaban a la esperanza. Saldremos, claro que sí. Porque la historia y los acontecimientos son cíclicos. Y este, por mucho que cueste imaginar, no va a ser diferente. La segunda pregunta clave - y verdaderamente preocupante - es ¿a qué precio?
Cualquiera que conozca o le entusiasme la materia reconoce que el mundo pre-COVID-19 vivía momentos inestables, donde la deuda mundial estaba disparada: con un nivel global en 2019 de 255 billones de dólares, equivalente al 322% del producto interior bruto anual del planeta. Eso supone un 40% más que la que se acumuló a principios de la crisis de 2008.
Desde el pasado año 2019 algunos expertos calificaban la situación como la ‘nueva burbuja’. Sirva como ejemplo el índice de referencia tecnológico americano - casi mundial - NASDAQ. Avisaba sobradamente de su excesiva exposición, sobrevaloración y exponencialidad. Aunque ahora todo sea un gigantesco problema de salud, no olvidemos que a este planeta lo ha movido, lo mueve y lo seguirá moviendo la economía. Si se analizan matemáticamente los niveles de los principales índices (DOW JONES, S&P500, NASDAQ) y marcamos su previsión de movimientos (lo que se denomina en lenguaje técnico como niveles de Fibonacci) se puede comprobar que alertaban de una probable caída de los mercados que los llevarían a valores como los actuales.
¿Qué ha hecho el COVID-19 entonces? Simplemente acelerar en treinta días lo que tendría que haber sucedido de forma paulatina en quinientas, mil o más sesiones bursátiles (eso nadie lo sabe). Muchas publicaciones hablan de una idea, que me parece acertada, y es que el coronavirus ha ‘acelerado el futuro’. Y hemos llegado a la casilla de salida, porque así tenía que suceder. Antes de tiempo y extenuados. Pero ahora, tras algún que otro vaivén complicado, tocará despegar. E insisto, no lo digo yo. Lo dicen las matemáticas y la fractalidad de los mercados.
Turismo
¿Lo recuperaremos? ¿Deberemos cambiar de modelo? El turismo es otro de los sectores claramente afectados y dinamizador de gran parte de las economías mundiales. Aparte de otras actividades tengo la suerte de estar vinculado a la Cátedra de Turismo de mi universidad en materias como la planificación estratégica, los destinos turísticos inteligentes o su relación con las ciudades y regiones smart. La interacción con excelentes profesionales multidisciplinares me ha permitido ampliar la visión en una materia interesante, compleja y, ahora, absolutamente trascendental.
Durante el confinamiento - y tras varias conexiones online muy activas - hemos podido debatir de repercusiones, nuevos modelos de gestión, de modificación de oferta o, incluso, del potencial de las tecnologías para transmitir confianza a los visitantes. Sigo opinando igual: el turismo tiene una componente de base, un denominador común. Porque el descanso, los hoteles, las playas, las excursiones, las atracciones o cualquier actividad de ocio las desarrollamos de forma similar. Y por eso no creo en un cambio de modelo basado sólo en medidas paliativas. Porque cambiarlo, no es turismo. Porque visitar un museo en 3D o con realidad aumentada no es comparable a la presencialidad de disfrutar del entorno.
Podríamos sentarnos horas con nuestra Tablet, iniciar Google Earth o Google Maps y recorrer el planeta. Pero no nos equivoquemos: eso no es viajar. Puedes adquirir conocimiento o memorizar detalles, pero jamás obtendrías las sensaciones vinculadas a explorar nuevos lugares o generar recuerdos de medio o largo plazo. Podrás dar un chapuzón de likes a una maravillosa foto subida a Instagram, pero comprobarás que de ella no sale agua.
Miedo al miedo
Se entiende perfectamente que hayamos caído en un estado paranoicamente justificado al que denomino “miedo al miedo”, que es una forma sutil de decir que nos estamos realimentando entre todos de una situación que no deja de ser extremadamente grave y compleja para muchas familias y empresas.
Aunque tengamos la suerte de vivir en el primer mundo, de mayor bienestar, toca reconocer que este planeta no estaba sano, y no precisamente por el virus que partió de Wuhan. Puede ser el cambio climático, la contaminación excesiva, la falta de cumplimento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) o la gigantesca deuda mundial que ya nos ahogaba hasta niveles insostenibles. Pero todo pasará, y por eso quiero quedarme con unas pocas reflexiones personales:
- Estoy convencido que nuestra sociedad no cambiará tanto. Ya lo ha hecho con la interacción en las redes sociales o las nuevas formas de conexión virtual. Lo que nos hará cambiar no es el miedo o el COVID-19 sino la formación y la cultura. Y si es a temprana edad, mejor. Si esa es la apuesta, modificaré mi opinión.
- Las telecomunicaciones estaban mejor preparadas de lo esperado, y se han puesto en valor más que nunca. No pararán de crecer porque el planeta así lo reclama. Es una profesión con elevadas expectativas de un futuro, que ya es presente. Este mensaje va dirigido a la gente joven.
- El teletrabajo es posible y más viable de lo que se creía. La situación nos ha forzado a lo que en otra publicación denominé TDF o ‘Transformación Digital Forzosa’. Toca ahora normalizarlo. Adaptar y acompañar a muchas administraciones públicas a trazar esa hoja de ruta. Porque será la solución a muchos problemas, especialmente los vinculados a nuestras ciudades. No construyamos más autopistas con más carriles o más “apps” que informen sobre el tráfico pero que no solucionan el problema. Trabajemos más a distancia. No sigamos empleando vehículos de una tonelada y media y siete litros de consumo cada cien kilómetros para trasladarnos de forma individual si lo que pretendemos es cambiar el mundo. Y sí, aunque sea eléctrico, pensad que seguirá pesando lo mismo.
- El mundo se ha puesto en pausa y el planeta se ha oxigenado.
- Nuestra sociedad es frágil, pero a la vez fuerte.
En esta época de tanto miedo y dolor, sería interesante reivindicar el optimismo. De confiar en la ciencia, en la inmunidad grupal o en la tecnología para unirnos como nunca y en que todo – por mucho que cueste imaginarlo – volverá a la normalidad. La de siempre, no la nueva. De todas las preguntas que se formula la ciencia hay una que me apasiona desde hace años y es ¿por qué vivimos? Puede tener mil respuestas: de tipo científico, biológico, religioso, filosófico, .. Sólo elegí una por considerarla tan brillante como simple: ‘vivimos para superar’. Porque superarse es un proceso continuo, una lección continua. Te centras en el reto inmediato. Y la vida la forman esa sucesión de retos que nos encaminan a aprender más y ser mejores. Digamos no al miedo. Seamos positivos, valientes pero prudentes y respetuosos. Cada día de más cuenta ya como como un día de menos. No perdamos la convicción de que superaremos todo antes de lo previsto (Foto: ICS/Depositphoto).
Dr. Felix Herrera Priano, coordinador del Grupo Smart Cities / Smart Regions del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación, COIT
Universidad de La Laguna - Área de Ingeniería Telemática. Cátedra de Turismo ULL