Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid han desarrollado un procedimiento para evaluar las inundaciones mediante la integración de datos de fuentes heterogéneas. Este método sirve tanto para actuar preventivamente antes del evento cómo para mitigar sus efectos una vez este ya ha ocurrido.
En los primeros 20 años del siglo XXI se han registrado unos 7.350 desastres naturales en todo el mundo. Esto duplica el número de estos acontecimientos registrado entre 1980 y 1999, según datos de la Oficina de Naciones Unidas para la Reducción de Riesgos de Desastres (UNDRR). Existen muy pocas dudas en la comunidad científica de que el cambio climático es una de las causas principales de esta tendencia.
En este contexto cada vez cobra mayor interés la capacidad de evaluar el impacto de un desastre natural, ya que esta evaluación puede mejorar la respuesta que se dé a una situación de este tipo y mitigar su impacto a todos los niveles.
Partiendo de esta premisa, un equipo multidisciplinar de investigadores procedentes de diversas escuelas y centros de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) ha llevado a cabo un estudio para afrontar la gestión de las inundaciones y para medir su impacto múltiple.
Para ello se han utilizado fuentes de datos de procedencias muy distintas como: sensores ambientales, teledetección, topografía digital, pero también de teléfonos móviles y redes sociales.
Cuatro inundaciones
El estudio se ha centrado en cuatro inundaciones que tuvieron lugar en cuatro contextos también muy distintos: Dakar (Senegal), Montpellier (Francia), Mocoa (Colombia) y Houston (Estados Unidos). El método consiste en recopilar la información que se estaba proporcionando por parte de las fuentes heterogéneas citadas antes, durante y después de cada acontecimiento.
“Para evaluar desastres -explica el catedrático y experto en matemática aplicada a las TIC de la UPM Pedro Zufiria- pueden tener la misma o mayor importancia los comentarios de las personas por las redes sociales, que las informaciones procedentes del servicio meteorológico, porque en determinadas situaciones las personas pueden llegar a ser mejores sensores. Es más relevante que se registren muchos mensajes informando de que las casas se están inundando, que los datos pluviométricos”.
Los datos recogidos, una vez, analizados, permiten deducir patrones acerca de cómo tienden a desarrollarse los hechos en un desastre natural. Estos patrones son extremadamente útiles para ser aplicados en situaciones análogas en el futuro, en dos sentidos: para prevenir el desastre, en la medida de lo posible, y para mitigar sus efectos, en caso de que haya irrumpido de manera imprevista.
Privacidad o interés general
El procesamiento de todo el conjunto de datos no está exento de dificultades. Una de las más importantes es su variabilidad, que es por otra parte un problema que el Big Data tiene que afrontar en general. La heterogeneidad de los datos reunidos sobre las inundaciones es de contenido y de estructura es otro hándicap. Un ejemplo paradigmático sería tener que procesar conjuntamente un dato numérico como una temperatura y una frase rápida extraída de una conversación.
Otra dificultad es que las compañías telefónicas proporcionan los datos agregados. Si fueran desagregados se podrían realizar segmentaciones que permitirían hacer análisis más precisos. “Dependiendo del nivel de granularidad de los datos se puede caracterizar mejor o peor el desastre”, señala Pedro Zufiria.
“Aunque existen mecanismos para acceder a los datos de manera más profunda, sin violar la privacidad, lo cierto es que aquí se abre un debate muy importante entre los límites de la privacidad, por una parte, y el interés general, por otra”, subraya.
Para decisión-makers
El método desarrollado por la UPM para el caso de las inundaciones es extensible a todo tipo de desastres, incluidos los terremotos. Lógicamente, es de utilidad para todos los agentes que en el contexto de un acontecimiento de este tipo deben tomar decisiones ya sean previas, posteriores o de emergencia en el momento del desastre.
Esto incluye políticos, urbanistas, ingenieros, fuerzas de seguridad y de protección y también la propia comunidad científica interesada en estudiar estos eventos. “Se trata de que, con la colaboración de todos y a partir de los datos recogidos, el desastre natural se convierta lo menos posible en un desastre social”, apunta Pedro Zufiria.
El precedente de África
El origen de este proyecto comenzó en el marco de UN Data For Climate Action Challenge (donde fue finalista con mención de honor). Dentro de este Challenge, los investigadores pudieron acceder a datos heterogéneos de diversas compañías y organizaciones como Orange, Crimson Hexagon, Schneider Electric y Planet. Estas fuentes fueron completadas con datos de Twitter, Google y la NASA.
Este trabajo ha sido desarrollado por el grupo Resilience UPM team, en el que se integran Pedro Zufiria (ETSI Telecomunicación), Yolanda Torres (Profesora - ETSI Topografía, Geodesia y Cartografía), David Pastor Escuredo (itd) y María Martínez-Torres, un equipo que trabaja desde el año 2012 combinando ciencia analítica con principios y metodologías de las ciencias sociales (ciencia social computacional).
Algunos de los miembros de este equipo ya habían participado anteriormente en otro Challenge internacional, en ese caso lanzado por la compañía Orange en Senegal. Su misión era descubrir cómo se podía utilizar la telefonía móvil para mejorar el país y en concreto sirvió para llevar a cabo un estudio de movilidad para detectar hambrunas. Concretamente, se trataba de comprobar hasta qué punto con datos de telefonía y datos acerca de las cosechas podía predecir en qué lugares del país había peligro de hambruna.
Una investigación de este tipo tiene gran valor para una agencia como African Risk Capacity (ARC) que pertenece a la Unión Africana y que fue creada para ayudar a los gobiernos a mejorar sus capacidades para planificar, preparar y responder mejor a los fenómenos meteorológicos extremos y a los desastres naturales.
“Existen entre nosotros desde hace tiempo unos intereses comunes que se plasman en una sensibilidad hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas Procedemos de diferentes disciplinas, pero hemos detectado que poseemos herramientas para enfrentarnos a problemas de una complejidad enorme, como es el caso de los desastres naturales”, concluye Pedro Zufiria (Foto: Naciones Unidas)