¿Qué son, cómo funcionan y por qué las telecomunicaciones definitivamente entrarán en el automóvil?
Resulta evidente que los coches de hoy en día incorporan una carga tecnológica impensable hace solo unos años. Esta tecnología no solo hace que la conducción sea más placentera y disfrutemos de muchos más servicios a bordo, sino que, por encima de todo, convierte a los coches en vehículos más seguros.
En este punto es cuando el término ADAS entra en acción. ADAS responde a las siglas “Sistema Avanzado de Asistencia a la Conducción” (del inglés Advanced Driver-Assistance Systems). Esta tecnología permite a los conductores beneficiarse de un paquete de medidas, variable en función de cada modelo, que le proporciona una seguridad extra en la conducción. Según diferentes estudios de organismos como la DGT, si en España todos los automóviles incorporaran sistemas ADAS avanzados se evitarían más de 50.000 accidentes cada año.
Coches más seguros gracias a la información
Los sistemas ADAS no son más que diferentes sensores y unidades de procesamiento que proporcionan al conductor mucha más información de la que nuestro cerebro puede tener constancia al conducir. Así, los diferentes sensores instalados en el vehículo permiten al conductor tener una visión mucho más acertada de lo que está sucediendo a su alrededor, incluyendo su propio vehículo, el comportamiento de otros usuarios y otras variables, como la situación de la calzada, la climatología o los posibles elementos que interfieran en su camino.
En los últimos 15 años, los sistemas electrónicos de ayuda a la conducción se han hecho muy populares. En la Unión Europea, por ejemplo, es obligatorio desde el 1 de noviembre de 2014 que todos los vehículos nuevos cuentan con programas electrónicos de estabilidad (conocidos popularmente como ESP), que ayudan al conductor en situaciones de riesgo al girar y frenar.
Los sensores pueden ser de diferentes tipos. Un ejemplo muy común es el de las cámaras que, habitualmente instaladas en el parabrisas, leen señales de tráfico y detectan la presencia de peatones o animales en la calzada. Otros sensores pueden ser radares de proximidad, que sirven para que el vehículo mantenga la distancia de seguridad respecto a los vehículos que lleva delante, evitando así colisiones por alcance. También son muy habituales los sensores de ultrasonidos, utilizados en las maniobras de aparcamiento.
¿Y qué viene después?
Todos estos sistemas que hemos visto tienen una cosa en común: ayudan al conductor a realizar mejor su tarea, pero no sustituyen en ningún caso la acción humana. Para conseguir la tan añorada conducción autónoma, un asunto sobre el que se ha hablado mucho en los últimos meses, los sistemas ADAS deben evolucionar y, para ello, será necesaria la acción de las telecomunicaciones. Así, cada vehículo estará formado por un conjunto de sensores conectados entre sí y, a la vez, el coche se conectará con otros elementos, como vehículos de su entorno, gestores de tráfico, cuerpos y fuerzas de seguridad, bases de datos, etc. Será, sin duda alguna, un elemento permanentemente conectado, algo que solo será posible gracias a la llegada de tecnologías como 5G.
El primer paso al que los sistemas ADAS nos pueden llevar es a lo que podríamos llamar como “conducción autónoma limitada”, en la que el conductor deberá permanecer atento a lo que el vehículo realice sin perder de vista la carretera ni los mandos. El sistema requeriría la acción humana al aproximarse a zonas de obras, por ejemplo, o cuando las condiciones climatológicas no permitan al sistema funcionar por sí mismo.
El último escalón de los sistemas ADAS es la “conducción autónoma completa”, en la que el vehículo será completamente responsable de todas las operaciones y el usuario, de esta manera, solo tendría que introducir el destino al que quiera ir.
El coche conectado
Para mover la ingente cantidad de datos que se genera en cada viaje en coche, es por tanto imprescindible que existan redes móviles de alta capacidad. El vehículo será un elemento conectado a Internet, no solo para que el usuario no deje de estarlo, sino también para la propia conducción, recibiendo y generando ingentes cantidades de datos imprescindibles para la eficiencia del conjunto de la red que, por lo tanto, mejorarán la seguridad de cada coche.
Todo ello, claro está, no será posible sin disponer de unas redes de comunicaciones y servicios estandarizadas con muy baja latencia o retardo y que proporcionarán la base tecnológica para que la próxima generación de vehículos autónomos tomen el control de las carreteras.
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